Época:
Inicio: Año 800 A. C.
Fin: Año 500 D.C.

Antecedente:
Italia antes de Roma



Comentario

El primer contacto del mundo griego con la península itálica se remonta a los últimos siglos del segundo milenio a.C. Esta precolonización micénica, como generalmente es definida, aparece atestiguada por la arqueología con el hallazgo de vasos y objetos micénicos en numerosos puntos del sur de Italia y Sicilia. Pero no hay la menor prueba de ningún poblado micénico en el Lacio, por más que los autores antiguos hablen de la fundación de Roma y de otras ciudades latinas por héroes del ciclo de la Guerra de Troya o bien por héroes aqueos.
Entre estos primeros contactos de Italia con el mundo micénico y la expansión griega que se produjo a partir del siglo VIII a.C. hubo un largo período vacío de contactos regulares.

La más antigua colonia griega, no sólo en Italia, sino en Occidente, fue Pithecusa, en la costa norte de la isla de Ischia, fundada por los jonios de Calcis hacia el 770. Unos años después, se fundó Cumas en la Campania, al norte del lago Avernio. La más antigua inscripción griega de Occidente pertenece a esta época y aparece en un vaso encontrado en Ischia. Los dorios de Rodas fundaron poco después Paleópolis y Neápolis, ambas en la bahía de Nápoles. Más al Sur, Paestum o Poseidonia, fundada por Síbaris hacia el 600 a.C. cuyos templos, aún impresionantes, atestiguan el culto que se tributaba principalmente a Hera y Atenea. También en el siglo VIII a.C. parece que fundaron Zancle, en el estrecho de Mesina, y Naxos. Pocos años después tuvo lugar la fundación de Rheion.

Las más antiguas colonias de Sicilia fueron Siracusa y Mégara, pertenecientes a la segunda mitad del siglo VIII a.C., seguidas después por Selinunte, Gela y Agrigento, entre otras. Este proceso colonizador se cierra en torno al 535 a.C. con la fundación de Velia (Hyele) en el sur de Italia.

Entre las aportaciones concretas que la colonización griega trajo para Italia podemos señalar la introducción del alfabeto y el cultivo del olivo, inicialmente en la Italia central, además del modelo de vida urbana. Pero su influencia fue mucho mayor, determinante incluso para la historia de Roma y de Italia. En palabras de Musti, el estudio de los pueblos de la Italia antigua hace necesario, en primer lugar, un viaje al interior de la consciencia griega. Ciertamente, la existencia en el sur de Italia y Sicilia de verdaderas poleis, hace que la historia de Grecia se vincule estrechamente a la de Italia, ya que se trata también de su propia historia.

En cuanto al Lacio, éste no sólo tenía cerca, en Campania, a Ischia y Cumas, sino que sus contactos con los griegos podían llegar de otras colonias y a través de sus relaciones con la vecina Etruria. La existencia de cerámica griega no tiene fuerza suficiente para hacernos pensar en una helenización del Lacio ni de Roma. También se encuentra cerámica griega en múltiples yacimientos del interior de Italia, cuyas comunidades siguieron ancladas en sus formas de vida tradicionales sin llegar a transformarse en sociedades urbanas hasta finales del período arcaico como muy pronto. Roma nace como ciudad con una entidad específica pero también se configura como sede de una koiné cultural, constituida por su propia cultura local, latina, y una serie de aportaciones externas: itálicas, etruscas y griegas.

Los puertos de Pyrgi y de Gravisca en Etruria y el propio puerto fluvial del Tíber se convirtieron en vías de difusión de influencias griegas, así como los templos de divinidades griegas de Lavinio, en el Lacio, difundieron sus creencias religiosas.

Esta influencia sin duda aceleró el paso, en el Lacio, de formas pre y protourbanas a la creación de auténticas ciudades. En este proceso -como señala el propio Cicerón- sin duda fue ventajoso el que el Lacio no conociera asentamientos coloniales griegos ya que, si bien los griegos de Italia no se opusieron brutalmente a los indígenas -como demuestra el tratado de alianza entre Síbaris y el desconocido pueblo de los serdeioi- las colonias griegas anularon las posibilidades de desarrollo de las poblaciones locales que quedaron sometidas o satelizadas en beneficio de la fundación colonial. Así, la inexistencia de buenos puertos en el Lacio y la insalubridad de sus costas, como el hecho de que Roma se fundara próxima al mar pero sobre un puerto fluvial, fueron factores que posibilitaron una evolución más autónoma, aunque su propio emplazamiento geográfico entre Etruria y Campania le permitió estar relacionada con las corrientes culturales y comerciales de Italia, entre ellas las provenientes de las ciudades griegas.